El verano, casi 3 meses de receso, en donde los medios de comunicación convencionales, así como las redes sociales nos bombardean con imágenes de familias en piletas, ríos, playas, montañas… Es época de intenso calor y una “publicidad” de diversión. ¿Para todos es así? Ahora San Juan conoció a una mujer madre de 3 niños y una niña, que dice “los niños pobres no tienen derecho a divertirse”, un relato cotidiano y real, no por eso menos duro.
Soledad tiene 27 años, sus hijos varones tienen 11; 8 y 7 años, mientras que la niña tiene 3 años recién cumplidos. Es el sostén de su familia. “Me costó mucho dejar al padre de mis hijos, fue mi único novio. Él nos mantenía, nunca tuvimos lujos pero él no me dejaba trabajar para que yo me ocupe de los niños. Al principio me pareció bien, mi mamá así lo había hecho siempre”.
Actualmente Soledad prefiere mantener un perfil bajo, está tratando que su ex pareja y padre de sus 4 hijos se haga cargo de ellos con la cuota alimentaria. “Hace meses que no sé nada. Ni yo ni mis hijos tenemos celulares, se contactaba con mi mamá pero lo dejó de hacer para el cumple de G (el niño de 7 años), que fue en octubre”.
Desde el 2019 el camino a la liberación de esta mujer que había sido sometida, hostigada, maltratada y humillada por el hombre que ella “amaba” no fue nada fácil. “Cuando se fue de la casita que alquilamos se llevó el celular. Me acuerdo que una vez llevé a los niños a la escuela y estaba cerrada, se habían roto unos caños o algo con el agua, no me acuerdo bien. Llegué y la portera me dijo ‘mamita tiene que ver el grupo de mamis’, me di tanta vergüenza que no pude decir nada”.
El 2020 con la pandemia la situación empeoró, fueron desalojados y su prima les presta una habitación en su casa donde viven los integrantes de esta familia en proceso de recuperación emocional. “viven”, porque la joven cabeza de familia asegura que están todo el día ahí. “Mi prima es un amor, pero tiene su familia y son muchos así que tratamos de no molestar. Estamos casi todo el día adentro”.
“El año que empezó la pandemia mi hijo más grande iba a la colonia de verano. Mis otros niños estaban envidiosos porque él podía ir y ellos no, todavía no tenía la edad suficiente”.
El año pasado, 2021 la Colonia de Verano dependientes del Ministerio de Desarrollo Humano se llevó a cabo de modo virtual con un día de presencialidad, se entregaron kits de mercadería, deporte y útiles escolares. Muchos niños y niñas la pasaron muy bien, pero “los pobres no tienen derecho a divertirse”, dice por primera vez Sole. “Los anoté, retiré los kits, pero no pudieron hacer ninguna actividad”, suma y en su mirada se pueden ver un sin fin de emociones, pero no identificar alguna en particular “no tenemos nada”.
El periodo escolar de bimodalidad, así como de virtualidad absoluta se “llevó como se pudo”.
El Derecho al Juego está contemplado en la Convención sobre los Derechos del Niño, en cuyo Artículo N° 31 manifiesta: Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes. Los Estados Partes respetarán y promoverán el derecho del niño a participar plenamente en la vida cultural y artística y propiciarán oportunidades apropiadas, en condiciones de igualdad, de participar en la vida cultural, artística, recreativa y de esparcimiento.
Cuando esté año desde el Ministerio de Desarrollo Humano anunciaron que se harían las colonias de modo presencial la familia de Soledad esperó cada día la noticia sobre el inicio de la inscripción. “Sabía que iban a ir muchos, no quería que mis niños quedarán fuera.
El día de la inscripción los dejé a todos durmiendo y me fui a las 5.30 de mi casa hasta la Comuna Norte, en el barrio Aramburu. Fui una de las primeras, anotaron a todos mis hijos y me fui ‘más feliz que perro con dos colas’ con mis papelitos” (los “papelitos” hacen referencia al pase que se les da a los inscriptos, el cual deben presentar todos los días de colonia).
“Me avergüenza asumir esto, pero la colonia me aliviaba mucho todo. Yo trabajo limpiando las acequias, para la muni -En el 2020 ingresó como contratada en la municipalidad de Rivadavia en la limpieza de espacios públicos- . Puedo ir a trabajar tranquila, porque mi prima solo cuida a mi nena y ya no a tantos. Además, les dan el desayuno y almuerzo, juegan toda la mañana, están bien cuidados, desde las 7.30 a las 13.30, llegan, se bañan y duermen un rato, meriendan, juegan y ya a las 22 se acuestan porque al otro día van otra vez”.
“Por acá pasa el canal de la benavidez, pasa por el fondo de la casa. Cuando yo era chica con mis hermanos, primas, sobrinas, todos nos metemos, hasta que un día pasó por al lado nuestro un perro muerto. Me dio tanto miedo que no me metí más y a mis hijos nunca los dejé meterse”, cuenta para contextualizar lo que realmente quiere decir. “Muchos nos juzgan cuando ven a los niños en el canal, pero nosotros no tenemos ni ventilador, vivimos todos amontonados, mi hija y yo dormimos en una misma cama, mis otros hijos duermen en un colchón grande, Nadie imagina lo que es esto con 40°, no tenemos ventilador. Yo trabajo, tengo la asignación, la tarjeta alimentar y tramito todos los beneficios, pero no nos alcanza para sobrevivir”.
“Mis hijos esperaron dos años por la colonia. Cruzando la avenida hay un country de ricos, vemos sus piletas, sus jardines con césped más verde que el de las películas. Nosotros no tenemos derecho a divertirnos ni a tener cosas bonitas”, concluye.
Ahora San Juan aclara que este relato no tiene la intención de revelar quién es Soledad ni sus hijos, tampoco documenta por fotografías la realidad de esta familia. La joven madre así lo decidió por cuestiones judiciales y desde este medio de comunicación respetamos su deseo de contar su historia bajo las condiciones que ella puede.