viernes, septiembre 5, 2025
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Pedro Ferrer es un sanjuanino que entiende que «lo más importante de la vida es disfrutarla».

Ahora San Juan habló con un padre, esposo, trabajador, amigo y vecino rawsino por adopción. Quien se definió como una buena persona (y quienes lo conocen así lo afirman). Lleva una vida tranquila, aunque en su historial cuenta con dos momentos de quiebre, que lo hicieron replantearse la importancia de cada suspiro, cada latido. Con el alma envuelta en su labor paternal ante todo, compartió ésto y un poco más de su recorrido histórico. De su provincia natal aseguró que «le gusta su geografía, su posición privilegiada en este hermoso planeta, sus climas. Y el hecho de que se puede encontrar desde la crudeza del desierto hasta lo inhóspito de las montañas nevadas. Que existe la posibilidad de hacer desde deportes acuáticos hasta gozar de las increíbles vistas del cielo estrellado como en pocos lugares se puede». En cuanto a planes a futuro, están «terminar de criar y formar a mis hijas, una vez que estén establecidas y ya por su cuenta, me dedicaré a disfrutar todos los años que me regale el destino. Soy muy soñador, pero sensato a la vez, no hay algo que me quite el sueño».

Este relato, no sería un relato sino empezara como fragmento extraído de algún momento. Entonces con el lápiz afilado, graficamos una o solo algunas de las aventuras que Pedro trae en su memoria, y esto comienza de la siguiente manera:

La primavera se hizo presente en el calendario, pero en lo que hace al clima, se tomó su tiempo. Quizás no tiene prisa y camina tranquila pero segura. Así como Pedro Ferrer, que tal vez sea un laburante más que transita las calles cuyanas. Sin embargo, se distingue porque tiene un corazón donde caben sus dos hijas, su esposa y miles de sueños para ellas. Es de esos que a simple vista se ven sencillos, que pasan desapercibidos, así como esta media estación que no es invierno ni verano. Aunque al conocerlo, florecen todos esos atributos que lo hacen especial. Así es Pedro, con su sentido latente de vivir el aquí y ahora con el mero fin de ser feliz y hacer feliz a los suyos. Vivió en Concepción (Pueblo Viejo) hasta sus 13 años, cuando se mudó a Rawson, lugar donde vive actualmente. Este sanjuanino con cara de bueno, lleva esta apariencia hasta lo certero, y es muy querido entre su círculo más cercano. Es de tener la cantidad de amigos justa, ni más ni menos. Pero sabe que cualquiera de ellos jamás le faltará. La familia que formó lo es todo para él, su propósito y combustible diario. No le tiene miedo al ayer ni al mañana, el presente es su mejor momento para disfrutar de todo aquello que la vida le regala.

«Estoy criando dos niñas hermosas una de 15 y otra de 8 años, junto una buena mujer de buena familia que es mi señora«, así es como arrancó una breve charla que decidió tener con la hija de un gran amigo que hacía mucho tiempo que no veía. Con quien tuvo la oportunidad de reencontrarse una tarde a través de las redes sociales, e intercambiar un poco del correr de sus historias (aclarando que hace poco uso de ellas, ya que prefiere incursionar por la realidad natural). En ese momento, entre brechas de horas de trabajos, contestó algunos mensajes y luego retomó su rutina. Las artes gráficas comprenden el oficio adquirido por Jorge, ese gran amigo, que en épocas pasadas, supo orientarlo en el rubro. «Por varios años fue mi tutor«, expresó inmerso en la nostalgia que conlleva trasladarse a momentos de una buena amistad. Hoy la imprenta, la rotulación, la cartelería, etc. Son algunas de las tareas que hacen a la mitad de su tiempo.

Cuando la chica le preguntó:

Y… ¿cómo estás ahora, qué es de tu vida?

Él sólo contestó:

Paso mis días entre el trabajo, hacer de mis niñas un par de personas de bien y rodar con mi bicicleta por las montañas sanjuaninas, una pasión que llevo dentro desde que tengo memoria. Amo andar en bicicleta por las montañas».

Este es un punto a resaltar, ya que fiel a su espíritu liviano, no podía faltarle una inclinación hacia un deporte tan libre, ligero y aventurero como lo es andar en bici por los bellos paisajes sanjuaninos. Flaquito, con su cabello (ya con algunas canas) al viento, sale cuando puede a dar una vuelta para dejar volar sus pensamientos. Aunque, cuando lo piensa, dice: «No sé si es una pasión, pero ¡qué bien que me hace sentir pasear en bicicleta!. Siempre me gustó, ojalá hubiera puesto más empeño en ello». Quizás en su camino tuvo que priorizar otras cosas, así como les pasa a muchas otras personas.

La tarde se pasaba más rápido que su dedo haciendo scroll en el chat de whatsapp. Por lo que, se despidió y terminó su jornada laboral. Luego fue a su casa y allí comenzó su jornada favorita, la familiar: «Si a algo me dedico es a ‘construir’ dos personas íntegras, independientes, con principios y fundamentos«, así es como define su grandiosa forma de ser papá.

Tal vez, todo ésto más adelante se convierta en nuevas remembranzas. Así como aquellas que atesora en su perfecta memoria: «Si recuerdos bonitos existen, pues son los de los primeros años de mi niñas. Puedo recordar cómo mi cerebro cambió el día que decidí hacerme cargo de una vida humana para construír una persona de bien».

El sol caía, y poco antes de que termine su día, agradecido por haberlo vivido y como reminiscencia de dos importantes problemas de salud, no olvida aquellos acontecimientos que le permitieron reinventarse, re-aceptarse y seguir en pie: «Nunca me ha sido difícil resolver ‘cosas’ de cualquier índole pero, si algo fue complicado (no por mi capacidad sino por la de los demás) fue la vez que me rompí la espalda y pasé 6 meses en cama con riesgo de quedar paralítico. Al igual que cuando pasé un año internado en un hospital por cáncer. Lo difícil en tales casos es dar consuelo a los demás, hacerles entender que uno ya superó la circunstancia y es capaz de asimilar lo que venga como parte de la vida misma». Así es como se expresa quien lleva una paz interna a niveles poco entendibles para otros mortales.

Escucha buena música («que transmite«), «casi todo el día rock matizado con varios géneros». Y, por supuesto, «las comidas en casa compartidas con un vino y alguna conversación» son de su predilección. Seguro que pone el despertador, besa a sus pequeñas y su esposa, y se va a dormir sin temor ni ansiedad por lo que vendrá. Porque su lugar en el mundo: «es el mundo mismo«. «No soy alguien de raíces profundas, puedo levantar el campamento e ir a otro lugar cuando sea«, reflectó. Junto al hecho de que está en un punto de su línea temporal, donde entendió que «lo más importante de la vida es disfrutarla», que «todo sirve, lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, y que hay que aprender a aprovechar cada cosa que nos sucede para descubrir lo sorprendente que es nuestra corta existencia como seres pensantes en el infinito que nos rodea».

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