lunes, septiembre 15, 2025
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Marcela, enfermera oncológica sanjuanina. Empatía, paciencia y ternura para luchar contra la enfermedad.

Marcela Noemí Jesús Palma Espejo trabaja en el servicio de oncología del Hospital Rawson. Lleva más de trece años de enfermera. Ama lo que hace a pesar de que no es una tarea fácil. Compagina los cuidados de su trabajo con los de sus dos hijas, de cinco y ocho años. Desde Ahora San Juan nos acercamos a hablar con ella para aprender de su ejemplo. Conversamos de la importancia de la paciencia, la ternura, la empatía y el valor de ponerle amor a lo que uno hace. Con 36 años, lleva desde el 2009 trabajando en el Hospital Rawson. Nacida en San Juan, dónde también curso sus estudios.

Por Antonio Morente.

“Estoy muy enamorada de lo que hago”, confiesa Marcela sonriendo. “Dicen que normalmente uno no está cómodo con el trabajo que hace, pero a mí no me pasa eso. Soy feliz ahí, voy bien a trabajar. Aparte hay muy buen equipo laboral, nos llevamos todos excelente, lo que además genera muy buen ambiente”. Incluso, reveló que hay momentos en los que les ataca la risa entre enfermeras y con los pacientes, lo cual éstos agradecen mucho. Con todo el drama que atraviesa cualquiera con la enfermedad, poder reírse un poco es un rayo de sol entre nubes tan oscuras.

Trabajar con pacientes con cáncer no es sencillo, más complicado aún hacerlo bien y con cariño. Hace falta un gran corazón y a veces grandes dosis de paciencia, como nos cuenta Marcela: “fundamental armarse de paciencia. Porque esa persona ya tiene bastante con lo que está viviendo.”

Generalmente, advirtió que cuando llega un paciente nuevo tiene mucha información de todo lo que puede salir mal, pero ellas se toman su tiempo y le preguntan cómo espera que le afecte el tratamiento. Lo escuchan y después lo calman explicándole que “la idea es que la pase lo mejor posible”. Hay muchos miedos e ideas con las que se llega, y por las que Marcela y sus compañeras también han de actuar como “psicólogas” en cierta forma. Esa parte humana no se descuida.

Poner en práctica la ternura en los cuidados no es algo que se pueda estudiar concretamente. Marcela subraya que con los pacientes “terminas generando un vínculo”. Lo que a veces conlleva sus sombras, cuando se les da la baja. “Nosotras lo sufrimos como si fuera un familiar nuestro”, cuenta con tristeza. Porque al final, ellas lo terminan sintiendo como una lucha conjunta. Sin embargo, las sombras tienen su parte de luz, cuando un paciente recibe el alta y su salud ha mejorado. Siempre tienen un sentimiento muy fuerte de agradecimiento hacia la enfermera y sus compañeros. Algunos incluso les llevan algún regalo, y está presente el detalle, como ella manifiesta: “esas cosas te alimentan el alma”.

No hay recetas mágicas para tratar con alguien que esté en un momento crítico de su vida. “No puedo decir cómo hago, eso te sale. Hay momentos en que los pacientes se vienen abajo, y te surge. Uno se sienta con ellos, los escucha y les dice que tienen que tener fe”. Porque es una realidad que el estado de ánimo es fundamental para encarar la enfermedad. Para quien está dispuesto a pelearla y tiene esperanza, el cuerpo le responde de una forma. Cuando se decae el ánimo, se pierden las ganas de luchar, se bajan los brazos, todo se viene abajo rápidamente. Más valor toma la labor de Marcela y su equipo. Siempre le decimos a los pacientes que cada vez que van a un tratamiento, van a alargarse un poco más la vida, subraya.

La sanjuanina, que lleva consigo el don de auxiliar a los enfermos, recomienda a los pacientes “que se dejen cuidar”, también recordando a los familiares que el afectado es el protagonista, si bien es cierto que el cáncer es algo que concierne a quien lo padece y a todo su entorno, no hay que perder de vista que quien está pasando por la parte más complicada es el enfermo. Es a quien hay que apoyar.

Esta enfermera de alma generosa, arranca a las 5:30, para prepararlo todo y levantar a sus hijas. Las lleva, y va a cumplir con su jornada laboral en el hospital. A la tarde está con ellas, entre deberes, comidas y otras actividades ya es la hora de dormir. El día se va rápido confiesa, pero es muy importante para ella que su trabajo le permita poder tener tiempo de calidad con sus niñas. Por lo que se pasa el día de cuidados, en la mañana en el servicio de oncología y en la tarde con sus pequeñas.

Estoy muy orgullosa con la mamá que soy, aunque pueda sonar egocéntrico”, y no lo es para nada, porque esta gran mujer pone todo su amor y eso se nota: “mis hijas son niñas felices: corren, saltan, bailan todo el tiempo. Y en todo momento están con el ‘mami te amo’ en la boca”, nos cuenta emocionada.

Tanto como para su trabajo como en la labor de madre Marcela destaca la importancia de la empatía como valor fundamental: Es la base de todo, para poder ponerte en el lugar del otro. Siempre decimos que el paciente ya tiene bastante con lo que está viviendo, como para que nosotros vengamos a complicarle el momento”. También la tolerancia y la habilidad para mantener la calma. Todos los cuidados la requieren, más cuando son delicados. Destacamos también la ternura, no menos importante porque normalmente no se la valore tanto. Llevar todos esos cuidados es complicado, pero además hacerlo con cariño ya es un arte. Trabajamos con mucha humanidad, lo que ayuda a que formemos un buen equipo, que nos llevemos bien. El trato con tus pares es fundamental para el funcionamiento del lugar”. Como es cierto que los pacientes han de pasar mucho tiempo ahí en el tratamiento, que terminen pudiéndose reír en algún momento es vital.

La ocupación no es fácil. No se puede negar que cohabitan con una realidad muy dura. Nosotras convivimos con la muerte en la nuca”, expresa coloquialmente Marcela. Y es cierto, a veces se torna incomprensible e intransigente. Lo que hace más admirable la actitud que ellos afrontan. Los pacientes ya vienen con mucho drama, todo es una tragedia. Que alguien los reciba con una sonrisa y los trate cariñosamente, no tiene precio. Ayuda mucho que en ese rato que tiene que pasar en el tratamiento puedan sentirse cómodos y acompañados. Si bien es cierto que la enfermedad es algo muy serio, Marcela también aclara que hay que tener esperanza, hoy en día los tratamientos son más efectivos que antes, “existen muchos mitos alrededor de lo que es el tratamiento. La gente tiene que venir con menos miedo, porque al final lo que nosotros hacemos es intentar alargarles la vida. Es fundamental el estado anímico de la persona. Hay que tener fe, mucha fe para salir adelante. Tenemos una gran cantidad de pacientes que se curan. Hay que ponerle garra, voluntad para salir adelante. Tanto el afectado como los familiares”.

Para alguien que tenga un diagnóstico de cáncer, o para el familiar de un paciente oncológico, todo puede parecer muy oscuro. Es una batalla en la que hay que armarse con todo para conseguir afrontarla. Se debe tener esperanza y contar con el consuelo de que existen personas como Marcela que ayudan en el camino y aportan luz cuando parece que todo se reduce a tinieblas. Como sociedad queda resaltar el agradecimiento hacia estos enfermeros, compañeros de cuerpos y corazones dolidos. Ojalá todo el mundo tuviera la misma actitud de llevar la empatía y el amor por bandera.

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