Luego del día mundial de los hermanos (5 de septiembre), Ahora San Juan conversó con los dos consanguíneos que aún viven de la familia Lorenzo Pinos. La cual caminó la antigua Colonia Zapata de Santa Lucía (hoy Richet-Zapata), y que forjó a base del esfuerzo, voluntad y constancia diaria, un hogar de los de antes. Esos que nos contaron nuestros abuelos. El mayor es Amor Antonio y el menor se llama Oscar Orlando Lorenzo Pinos. Con sus más de ochenta años, manejan muy bien las redes sociales e internet. Además, son dos ingenieros con mentes brillantes (Hidráulico y electromecánico). En sus épocas de infancia y adolescencia, la famosa Colonia albergaba inmigrantes (españoles). Luego del terremoto del 44′, allí, la vida sanjuanina era muy diferente a la de hoy. La escuela, que no era para todos una opción. Las buenas costumbres. La familia, que solía ser numerosa y trabajaba mancomunada. Los niños que exploraban al máximo su imaginación para jugar. Estas tierras de plantaciones, estaban en Cordillera de los Andes y calle San Juan. Y fue el hogar de cinco hermanos que vivieron muchas experiencias: Elena, Vicente, Hugo, Amor Antonio y Oscar Orlando. Todos hijos de Ascensión y Vicente (padre). Tuvieron una hermana mayor, Azucena, que murió de muy pequeña (1 añito más o menos). Con el tiempo, se conformó el club Richet-Zapata donde el padre de nuestros entrevistados fue socio fundador.






Si bien en Argentina, el Día del Hermano se celebra el 4 de marzo, a nivel internacional se conmemora el 5 de septiembre. La elección de este día se debe a la fecha de fallecimiento de la Madre Teresa de Calcuta, quien dedicó su vida a realizar varias obras caritativas. Junto a sus hermanas religiosas llevó paz y sosiego a muchas personas necesitadas y desamparadas en el mundo. Pero algo significativo a destacar es que la palabra hermano se origina del latín «germanus» (germen), que a su vez proviene de la palabra gigno, que quiere decir verdadero y exacto. Y justamente así, es el corazón de estos dos grandes muchachos. Los une el hecho de ser muy educados, correctos, amorosos (a veces un tanto testarudos) y sencillos a la hora de elegir lo que los hace felices.
Al comenzar este cálido recuerdo, de los hermanos Lorenzo Pinos, Oscar comenzó diciendo: «Estamos bien, con los achaques de la edad«, aunque percibimos su buena voluntad para sentarse a compartir algunas anécdotas de su historia. Siendo el más chiquito de ellos, Oscar, hoy tiene 82 años, y nos contó nostálgico: «Mis padres eran muy pobres, pero nunca nos faltó la comida. Se esmeraban para cultivar y obtener verduras y frutas. También teníamos carne de pollo, pato, paloma, chancho y con los pocos pesos que sacaban, compraban pescado y mantecol«. Estas fueron épocas, sin dudas, de calor de hogar. «Mi madre hacía muchos dulces y conservas para todo el año«, recordó Oscar.

Por la línea genealógica de su padre contaron: «Nuestros abuelos llegaron a Brasil desde Málaga, España, y ahí nació Vicente en la zona de Río de Janeiro. Pero cuando éste cumplió 4 años decidieron viajar a San Juan debido al clima seco. Por problemas médicos, así se lo indicaron«.
Estos hermanos, además de inteligentes, son muy buenas personas, con rostros y espíritus de bonachones, se sabe que en su círculo son y han sido muy queridos. Por ejemplo, Amor Antonio tiene un cuadro que decora la pared del comedor de su casa, donde sus ex alumnos de la facultad de ingienería lo condecoraron con el título de: «Más bueno que el Quacker«.
El poder de las bicicletas: Oscar Orlando, trajo al hoy un poco de sus memorias vividas, y lo que estos vehículos representaron para ellos cuando las distancias eran otras:
«Todos los hermanos fuimos a la escuela Nacional número 82 , nuestra hermana mayor, Azucena, falleció de bebé y todavía no había nacido Vicente. Luego llegó Hugo. Ellos dos no pudieron completar la primaria porque esa escuela tenía hasta cuarto grado«. Para cuando nació Amor Antonio, explicó que las cosas mejoraron un poco, y en su edad escolar recibieron un pedido especial: «La maestra se acercó a pedirles a mis padres que lo mandaran a estudiar para completar sus estudios a otra Escuela«. Y comentó que como los hermanos mayores habían comprado una bicicleta, se la facilitaron para que fuese a la escuela Mariano Necochea. «Allí terminó la primaria y le dieron la posibilidad de que fuese a la secundaría, como yo vine cuatro años después, fui a terminar la primaria a una escuela que está en la Colonia Gutierrez. Y cuando tuve la edad para comenzar la secundaria, nuestros hermanos mayores ya tenían dos bicicletas, entonces las usábamos nosotros para ir a la Industrial«, expresó amablemente. Después del último de los hijos varoncitos, Oscar, llegó Elena (6 años despúes), la única chica del equipo.

Por su parte, Amor Antonio, rememora con mucho cariño esos momentos: «Fueron épocas muy lindas«. Reveló que ambos jugaron a las bochas en la Colonia y torneos provinciales. Con orgullo advirtió que su papá Vicente era quien ganaba más campeonatos. «En su nicho del cementerio está la placa de una vez que me ganó«, indicó Amor. Luego, agregó: «Vicente, Hugo y yo jugábamos más y Oscar menos. Había campeonatos sanjuaninos. Algunas veces tenía que decidir si jugar o no porque tenía un examen en la facultad. Y recuerdo que por eso no me presenté a todos».
Para contextualizar, cabe resaltar que hubo dos Colonias: «Nosotros estábamos en la Zapata y la otra era la Richet, en la que eran poquitos. Estaban los Maldonado me acuerdo. Y luego se unieron y quedó Richet-Zapata. El que mejor jugaba para mí, fue mi hermano Vicente. En los tiros hacia el final de la cancha, no le ganaba nadie. Era un gran arrimador de bochín. Y yo jugaba pasando la media cancha, porque era buen bochador hasta ahí y en la larga era mejor Vicente. Siempre integrábamos dos de la familia en un terceto. Los equipos podían ser individuales, de a dos o de a tres«, describió muy bien don Amor Antonio, quien es hincha fanático de San Lorenzo (como su apellido). Y agregó: «También jugué al básquet. Estuve en campeonatos de la escuela Industrial«. Otra actividad que los Lorenzo Pinos tuvieron en aquel entonces, fueron los bailes familiares en el Club vecinal Richet-Zapata. Las mesas encuadraban la cancha, y todos los jóvenes bailaban en el centro mientras el resto de las familias estaban sentados en la orilla. Los niños corrían por todos lados, y sus madres atrás de ellos controlando de que no hicieran alguna picardía. Esta era la foto de esas salidas que, seguramente, fueron muy divertidas.
Y con ese humor sano que lo caracteriza, comentó: «Mi madre me puso Amor, porque soy un amor«. Esta es una frase que cuando hacía largas caminatas por el barrio, reveló que solía decírsela a quien le hiciera un comentario respecto a su nombre tan particular. En la actualidad, él vive en San Juan Capital y su hermano Oscar en Neuquén. Cada cual con sus cosas, y habiendo pasado tanto tiempo, aún se comunican por teléfono y se pasan las noticias cada tanto. El mayor ya no sale mucho de su casa, principalmente desde que su media naranja y amor de su vida, Ana María Nuñez, falleció. Antes, supimos que era bastante andariego. Y ahora, pasa las horas entretenido con diversos juegos de la computadora, que mantienen su mente activa. Y aunque asegura que la extraña muchísimo, indicó: «No me voy a abandonar«. Como dijo el escritor Gabriel García Márquez: “El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad».

En cuanto al menor, aún sale para hacer algún trámite, y mantiene la característica de contar historias maravillosas a sus más queridos. Él convive con su esposa Margarita que es su más grande apoyo, y con la cual se ayudan en todo. «También hago bicicleta fija«, agregó orgulloso. No cabe duda de que ambos son afines a pasar tiempo celebrando con la familia y sus amigos.


Amor y Oscar vienen de la vieja escuela de levantarse muy temprano, cuando apenas asoma el sol ellos ya están en pie. Es que los días en San Juan y en el sur siempre fueron completos y con mucho para aprovechar. Salir y saludar a todos los vecinos y conocidos a su paso, buscar las ofertas en varios lados para que las compras del mes rindan más. Ansiar al buen clima para compartir algún almuerzo, sentarse al sol o sólo disfrutar del silencio. En la simpleza de llevar bien organizada las rutinas está la belleza de estas provincias tan hermosas. Y para este dúo, que vivió cada cual en su lugar, atender las labores de su profesión siempre fueron importantes, el estudio es un bien muy preciado para los Lorenzo.


De los momentos inolvidables que pasó, Oscar extrajo algunos: «Vicente y Hugo eran nuestros protectores, jugábamos mucho con bolitas a la payana, al ta te tí, a la pelota , al trompo«, y añadió que con su hermano Amor Antonio no jugaba demasiado por la diferencia que se llevaban: «Pasábamos ratos juntos pero yo me juntaba mucho con los primos de mi edad«. Sin embargo, como dijo una vez el ensayista y novelista Ernesto Sábato: «Vivir consiste en construir futuros recuerdos«. Por lo que se podría decir, que nada quita que quizás en algún momento exista un reencuentro entre ellos.
Entre los tesoros del ayer, ellos destacan el ingenio que tenían para hacer juguetes: «Con pocas cosas hacíamos de todo. Por ejemplo, una caja de arroz vacía era un camión y una media vieja era una pelota», advirtió Oscar. A lo que sumó: «Me gustaría revivir las reuniones que hacíamos en la casa de mis padres cuando ya cada uno tenía su familia. Cuando mi papá ya no estaba y éramos la alegría de mi madre cuando nos veía». Y Amor Antonio añora volver a tener buena salud y vitalidad, para recorrer su barrio, planear asados, ver partidos de fútbol acompañado, sacar muchas fotos para compartir con sus más allegados. En definitiva, estos hermanos manifestaron el deseo de reencontrarse con el tiempo en el que estaban todos unidos. Cuando reían, charlaban y hacían chistes sanos. Cómo los elogios que se dice así mismo don Amor: «Yo soy el más lindo«. Y antes de que su primera nieta le diga algo, su frase solía ser: «ya sé que soy precioso«. Ahora tiene días en los que se siente más animado, y otros en los que se queja de todo un poco, o simplemente no tiene ganas de hablar. A Oscar aún le quedan energías, y aunque tienden a ser de pocas palabras. Si se piensan, agarran el teléfono y se marcan.
Para cerrar, sin importar la edad, la circunstancia o la prisa del reloj y el calendario. Cuando se trata de nuestros hermanos, sólo cabe citar las palabras de un grande de la literatura, Julio Cortázar. Quien una vez advirtió: «Sólo nosotros sabemos estar distantemente juntos«.