La Cámara Argentina del Libro (CAL), que nuclea a unos 500 editores, distribuidores y librerías, denunció la «falta de papel» en el país, problemática con la que no coinciden la Federación de la Industria Gráfica y Afines ni las dos únicas productoras de papel que hay en Argentina, aunque reconocen desajustes en la distribución y aseguran una «regularización» del abastecimiento «en los próximos 30 días».
«El papel está escaseando hace meses y en algunos casos, algunos formatos o gramajes, están faltando. En la industria editorial usamos fundamentalmente papel obra, que es el blanco, o el Bookcel, que es color más amarillo, los dos están faltando, especialmente el Bookcel», explica Martín Gremmelspacher, presidente de la CAL.
María Inés Redoni, presidenta de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), diagnostica que «la escasez de papel para los libros es un problema que afecta hoy a la industria editorial internacional de distintas formas. El mundo del libro está experimentando los impactos logísticos negativos del Covid debido en gran parte a la escasez de mano de obra y suministro y a problemas de transporte. En la Argentina el papel de fabricación nacional Bookcel también ha sufrido estos problemas y hoy no es posible encontrarlo en el mercado. Hoy se están usando otros papeles para reemplazarlo».
Frente al reclamo de las editoriales medianas y pequeñas, Juan Carlos Sacco, de la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (Faiga), plantea otro escenario: «Es falso decir que falta papel. La industria papelera argentina es superavitaria: tenemos los papeles obra, clásicos, de escritura. El problema es que los gráficos pasamos de un periodo de muy baja producción por razones económicas al que se sumó la crisis sanitaria global del Covid, pero ante decisiones inteligentes del gobierno se han vuelto a hacer libros en Argentina y eso es lo importante».
¿Pero por qué falta papel? Desde Ledesma identifican una coyuntura que responde «a tres hechos concretos: las pasadas elecciones legislativas, la impresión de libros escolares para el Ministerio de Educación y el próximo censo nacional. Eso ocasionó un cuello de botella que se irá normalizando». A lo que la Faiga suma como dificultad la reducción de personal en las fábricas, debido al pico de contagios por la última cepa de Covid.
La titular de la CAP especifica que «el gobierno nacional compró 8.500.000 ejemplares de libros de texto para que cada niño tenga su libro a lo largo y a lo ancho de todo el país cuando comiencen las clases. En el mes de diciembre cuando se confirmó esta compra tan importante todas las editoriales salieron a reservar y comprar papel, lo que hizo que en estos meses escaseara más el papel. En general las editoriales medianas y grandes han podido sortear estos inconvenientes reservando papel y anticipando pagos».
«Las editoriales pequeñas -explica Gremmelspacher- no cuentan con el apoyo ni el capital ni la infraestructura para ‘estoquearse’, almacenar papel. Van pidiendo en la medida que necesitan producir y su falta está provocando que dejen de hacer una novedad o alguna reimpresión con un papel determinado».
El editor Pampín coincide con este panorama. «Debemos manejarnos día a día con el papel que podemos ir consiguiendo –dice-. Y aunque celebramos la compra de textos escolares ya que es un gran aliciente para nuestro sector y para los chicos y chicas que van a poder tener sus manuales, comprendemos que este es uno de los motivos del desabastecimiento».
«En general todos hemos debido buscar otras alternativas -resume Redoni- . En esta escasez general de papel las pequeñas editoriales son las más perjudicadas porque no están en condiciones de comprar y, o importar papel, dado que se vende solo en grandes cantidades».
Otro problema, indican desde las cámaras argentinas de Publicaciones y del Libro es el costo del papel. Gremmelspacher señala que «en los últimos 13 meses aumentó un 115 por ciento, mucho más allá de la inflación, y eso hizo que los libros aumentaran en un 50 por ciento. Hace unos seis años, la incidencia del papel en el costo de un libro promedio estaba en un 35 o 38 por ciento y ahora puede llegar al 55 por ciento. Hay una gran pérdida de rentabilidad del sector».
Mientras que la titular de la CAP evalúa que el «papel ha incrementado su precio interanualmente en un 72% aproximadamente. Esto impactará inevitablemente en el precio de venta al público de los libros».