viernes, septiembre 5, 2025
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Gabi Masiero, una sanjuanina resiliente de la vida: “Todos tenemos esa fuerza, sólo hay que buscarla dentro”.

Gabriela Luciana Masiero Martín tiene 30 años, hace quince años tuvo un aneurisma que marcó un quiebre en su historia, y a partir de la cual viene superando obstáculos y saltando barreras. Desde Ahora San Juan nos acercamos a hablar con ella, para aprender de su historia. Alguien que nunca se rindió y que aprendió a valorar lo bello de la vida.

Por Gabriel Saquilan Ruffa.

Nunca es fácil resumir la vida de una persona a un relato más o menos breve. Pero esta dificultad se agranda cuando nos encontramos con Gabi. Quien tiene una que bien podría aplicar para una novela, y de esas que son extensas. No por longevidad, ya que ella es muy joven, recién está empezando sus treinta. Sino por la intensidad de lo que ha vivido, la lectura que su protagonista hace y la enseñanza que es posible destilar. Vida, que desde la humildad que ella lo cuenta, puede servirnos a todos para aprender de la profundidad del carácter humano, de la capacidad de resiliencia. Serviría como motor de motivación, como baremo para medir nuestros dramas cotidianos y ponerlos en su lugar. Y, sobre todo, como ejemplo de lucha y mensaje de esperanza.

A sus quince años, Gabi llevaba una vida relativamente tranquila. Con sus vaivenes seguramente, pero puesto al contraste de lo que vendría después es cuando da una apariencia más tranquila. Tenía una vida “tipo”, según sus palabras: “Digo una vida tipo porque no me gusta decir ‘normal’, ¿en qué uno se basa para decir ‘esto es normal, esto no’?”. Ella hacía sus cosas, iba a la escuela y demás.

Cuatro meses después de haber festejado su décimo quinto cumpleaños es cuando todo cambia. A Gabi le da un aneurisma cerebelosa. Nos explica que es de origen congénito, lo cual quiere decir que se presenta durante el período de gestación y puede ser hereditaria o no, nace con la persona. Entonces, le podría haber dado en cualquier momento de su vida. Nació con una vena mal formada, le podría haber explotado de niña, de vieja, o nunca… los caprichos de la vida decidieron que le pasaría con apenas tres lustros de vida.

Nuestra protagonista no recuerda con detalle todo, hay algunas zonas borrosas aún en la memoria. Ahí es dónde se mezclan algunos recuerdos fragmentados con las narraciones de los familiares. Un día como cualquier otro, se levanta para ir a la escuela. Se la escucha que anda repitiendo: “me duele mucho la cabeza, me duele mucho la cabeza”. Momentos después se desmaya en su cama. Llaman a una ambulancia, la asisten. Le dan un mal diagnóstico, una inyección y se van. Es muy poco después de que se hayan ido que Gabi empieza a convulsionar y hay que volver a llamar. Ahora sí se la han de llevar urgentemente al hospital. Consiguen estabilizarla, darse cuenta qué le está pasando y la trasladan al sanatorio donde había lugar.

Entonces es cuando los médicos les dicen a sus padres que han de operar. La operación en el cerebelo dura nueve horas y media. Ella estuvo 72 horas sin abrir los ojos. Cuando los abre, no puede mover nada. Se comunica con sus padres a través de los ojos. Improvisan un lenguaje básico en el que un pestañeo indica sí, y dos significan no. Gabi pasa quince días más en terapia intensiva, para pasar después cuarenta y cinco días en la intermedia.

En un momento a los padres les dijeron que ella iba a quedar cuadripléjica. Por más que intentemos imaginárnoslo seguro que ni nos acercamos a intuir el palo que tuvo que ser recibir esa noticia. Después de eso, le hacen un estudio a Gabi para ver si encontraban conexión entre la mente y su cuerpo. Encuentran que sí: leve, pero hay una conexión entre el cerebro y el cuerpo. Dan con una esperanza a la cual agarrarse.

Cuando sale de terapia es para ir a internarse a una clínica. En la que recibe rehabilitación mañana y tarde. En ese cambio hacia la clínica, es cuando nos cuenta Gabi, que se da cuenta de que algo le había pasado. Se enoja, y pasan varios días que nadie la puede mover para trabajar en la rehabilitación. ¿Y quien no estaría enojado en su situación?, cualquiera en su lugar estaría furioso con el mundo. Ella nos cuenta que de ahí se va acordando más, “me acuerdo y no me acuerdo, es difícil de explicar”. Entendemos que no solamente es el aneurisma, sino también el shock y el trauma del sufrimiento dificultan recordar con detalle. Muchas cosas se van al inconsciente”, dice, de a poco voy juntando más y los recuerdos son más largos”.

En el comienzo no se mueve, no habla. A ella le hicieron una traqueotomía para poder respirar, por lo cual hablar era imposible. Comienza a ganar movilidad de a poco, con mucho trabajo y esfuerzo. Pero el comienzo de fue de incomunicación total, “recién a los meses es que pude preguntar qué me había pasado” nos cuenta. Al principio pensé que era un sueño, no entendía. Pero después veía que seguía, seguía, seguía… Yo seguía, pero no sé por qué. Creo que la fuerza de mis viejos y de toda mi familia fue lo que me hizo seguir”.

Cuando pudo moverse un poco más, junto a sus padres improvisan un lenguaje de señas para poder comunicarse y así consigue preguntarle a su papá qué le había pasado. Gabi trabaja mañana y tarde para intentar recuperarse de a poco. El fin de semana también, el esfuerzo es constante. “No descansaba”, recuerda, no paraba de trabajar. Le saca hierro al asunto contando entre risas que en ese momento tenía quince años, tenía todas las pilas. Ahora no lo hago ni en pedo”. Ella lo toma todo con buen humor, demostrando fortaleza en todos sus aspectos.

Cuando la sorprende el aneurisma, se encontraba en el primer trimestre del curso. Le faltaban dos para completar el año. Iba al Colegio Monseñor Dr. Audino Rodriguez y Olmos. Recuerda emocionada que “los profesores y la escuela se portaron muy bien y venían a darme las clases a la clínica. Adaptadas, porque por entonces yo no veía nada. La profe de matemáticas me hacía los números enormes para que pudiera ver, eran clases hiper-adaptadas. En la clínica sacó un par de materias, después continuó en su casa. No le regalaron nada, puso todo su esfuerzo. Además de todo el trabajo para recuperarse siguió estudiando. Reconoce que “los profes se portaron super bien, excelentes”. Mientras que puede haber personas que sin tener ningún tipo de obstáculo llegan a perder el año, o abandonan los estudios, Gabi a pesar de todo lo que tenía encima sacó el año.

Cuando va a comenzar el curso siguiente, es cuando vuelven los dolores de cabeza. Le hacen estudios y descubren que en el lugar que le había dado el aneurisma se le había formado una cavidad en la que entraba líquido, pero no salía. Le estaba dando hidrocefalia, de ahí los terribles dolores de cabeza. Aquí es que comienza una nueva etapa. Le ponen una válvula para drenar el líquido. Pero hay ir cambiando cada poco tiempo, y los dolores no desaparecen. Hasta que Gabi y su familia terminan yendo a Buenos Aires a visitar a un especialista, el cual les recomienda un nuevo tipo de válvula. Se la ponen y siguen probando, pero los dolores persisten. Así, hasta que consiguen dar con el punto exacto donde no le doliese. Tuvo que tomar toneladas de medicamentos para intentar mitigar el dolor, quedando casi dopada. Con todo este proceso, como es normal, esta vez sí pierde el año de estudio.

Al día de hoy sigue viviendo con dolores de cabeza, tal vez no tan intensos, pero ha tenido que aprender a convivir con ellos. También es cierto que nuestra protagonista ha llegado a desarrollar una tolerancia al dolor sobrenatural. Porque después también se han ido sucediendo múltiples cirugías de todo tipo, “he tenido que sacar fuerzas de donde no tenía” nos relata.

Es fundamental el apoyo de mi familia, subraya Gabi. “Que haya una unión, que tenga a mis papás, a mis hermanos, eso es muy valioso. No solo ellos sino también, tíos, abuelos…toda la familia, siempre que he necesitado han estado”. Ella reconoce esa suerte de que su familia se haya unido para hacer frente a todo, para apoyarse los unos a los otros. Tristemente no siempre es el caso, a veces cuando llegan los problemas muchos tiran cada uno para su lado. La familia de ella siempre ha estado ahí, explica que esto específicamente me pasó a mí, pero en realidad nos pasó a toda la familia”.

Después del parón forzado por las válvulas, Gabi está decidida a seguir estudiando. Ya se mueve en silla de ruedas, y al principio sus padres la llevan a la escuela. Se quedan por allí por si tiene cualquier tipo de problema. Además de que ella no puede comer por la boca, tiene alimentación por botón gástrico. Con el tiempo fue menos necesario que se sus padres se quedaran tanto, y ella contaba con su hermano menor de auxiliar, si había algún problema lo llamaban a él. Ya con doce años el pequeño creció de golpe y muy responsablemente podía resolver todo. Lo que para otros era complicadísimo, para él era algo natural. Entendemos que el amor fraterno era más fuerte que cualquier obstáculo.

Todos los estudios había que compaginarlo con kinesiólogo, fonoaudiólogo, psicólogo… no paraba nunca de trabajar. Gabi terminó la escuela, se egresó. Pero siempre había querido estudiar en la Universidad, estaba determinada a continuar. De niña siempre le había gustado medicina, aunque ahora reconocía que tal vez era mucha carga para compaginar con todo el trabajo de rehabilitación. Así que estuvo buscando algo similar hasta que se encontró con nutrición. Le interesó y comenzó la facultad. Ahí recuerda que sí se encontró con más trabas, tuvo más enfrentamientos. Aun así, dice “yo nunca me di por vencida, no renuncié y terminé recibiéndome.

Se recibió con mucho orgullo. Al principio le costó encontrar trabajo, pero no paró de buscar. Cuando consiguió uno, el destino seguía decidido a no ponérselo nunca fácil, al poco llegó la pandemia y se quedó sin trabajo. Gabi como vienen viendo es un espíritu inquebrantable, tampoco se rindió. Siguió buscando hasta que al final consiguió el trabajo que desempeña actualmente, en Salud Pública, en la parte de Nutrición.

Antes del aneurisma, a la nutricionista le gustaba hacer danza clásica, siempre tuvo una inquietud por lo artístico. Cuando pasa la etapa más dura del confinamiento una amiga le recomienda un taller de teatro, “yo dije: bueno me mando y si me dicen que no, ya fue. Pero lo intento”, nos relata Gabi. Riendo dice “yo voy y espero que no sean tan mala onda”. No lo fueron, encontró un grupo hermoso. “Me encantó, me fascinó” recuerda con emoción. Encontró una forma de dar salida a tantas cosas que tenía dentro.

Después de ese taller, terminan uniendo dos grupos de teatro para conformar uno nuevo. Hace pocos meses estrenaron una obra llamada “La dueña del santo”, y aquí el que escribe tuvo la oportunidad de ir al estreno. Una obra hermosa en la cual además se podía sentir todo el trabajo de grupo, y ese equipo maravilloso que juntaron. Tengo que decirles que Gabi estuvo fenomenal en su papel y terminó haciendo que todo el público se levantara a aplaudirla a ella y a todos sus compañeros.

No solo lo que ha hecho y superado, también es admirable como nuestra protagonista afronta su situación y habla de ello. “Es parte de mi vida, yo soy alguien que no te va a andar llorando por los rincones”. Gabi habla naturalmente de lo que le pasó, trata bien a todo el mundo, pero no deja que nadie la rebaje. De forma sutil y con mucho arte consigue que inmediatamente todo el mundo la trata como a un igual, ya que lo es, pero tiene que enfrentarse al estigma. “Eso lo hago día a día” reconoce, es una lucha constante contra la sociedad, al principio era más sumisa pero ya no, ya me enfrento con más cosas. La sociedad es muy ignorante, si se encuentran con una persona con discapacidad puede que conozcan y entiendan. Pero si no, ni piola”. Esa pelea es constante, pero nuestra amiga está dispuesta a darle la batalla. “En cada lugar que llego son un montón de preguntas y de miradas. Hasta que me conocen y ven que no soy ningún bicho raro, que soy igual a ellos. Solo que ando en una silla de ruedas, hablo como hablo, como de forma distinta, pero soy exactamente igual a todos, explica la nutricionista.

Gabi es admirable por dónde se la mire. Podría pasar que todo ese sufrimiento y superación hicieran que se sintiera con cierta superioridad moral, lo que es indiscutible. Pero no es así, la humildad también es uno de sus valores estrella. Por algo me tocó a mí pasar todo esto. Yo creo que la vida le da a cada uno lo que es capaz de soportar, el peso que puede cargar. Ella a pesar de todo lo que ha conseguido, tampoco se siente por encima de nadie, “yo creo que a cualquiera que le hubiese pasado una situación tan grave, también podría haber salido adelante. Solo que como no lo han vivido, no lo saben”. Ella piensa que de alguna forma todos tenemos esa fuerza que tan solo hay que buscarla dentro, pero el que escribe no está tan seguro, cree que muchos ya quisieran tener una pequeña parte de la que tiene Gabi.

Para aquellos que por ahí no encuentran ganas de ponerse a hacer cosas, sepan que nuestra protagonista además de todo ahora está cursando dos diplomaturas. Por nuestra parte, solo queda agradecer que haya querido compartirnos su historia, y confiamos en que pueda inspirar a aquellos que la lean tanto como a quien la escribió.

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