domingo, septiembre 7, 2025
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Día de la Flor Nacional: El ceibo, un distintivo de la Argentina.

El 22 de noviembre se celebra el Día de la Flor Nacional en la Argentina, representada en el ceibo, que fue elegida como símbolo en 1942. La iniciativa comenzó en 1910, cuando un grupo de biólogos, entre los que se hallaban Ángel Gallardo, Eduardo Holmberg, Miguel Lillo, Juan Domínguez y Cristóbal Hicken, lanzaron una propuesta al gobierno sobre la elección de una flor nacional.

Fue en 1928 cuando la revista nacional de la industria lechera y ganadera llevó a cabo una encuesta en la cual participaron casi 8000 personas. En esta se definió la magnolia como flor nacional. Sin embargo, el director del Museo de Historia Natural, el Dr. Jurado desaprobó esta disposición ya que explicaba que esta especie no era autóctona.

Dos años más tarde, el Diario La Razón realizó otra encuesta con más de 20.000 participantes en la cual el ceibo salió victorioso. En 1941, el gobierno nacional y el Ministerio de Agricultura conformó una Comisión Nacional encargada de designar cuál flor reunía los méritos suficientes para la representación local.

Visto que muchas encuestas populares y del periodismo habían presentado al ceibo como una flor de preferencia, el 22 de diciembre de 1942, fue finalmente declarada como Flor Nacional Argentina mediante el Decreto Nº 13.847 del gobierno de la Nación. En 2008 se estableció el 22 de noviembre como el Día Nacional del Ceibo.

Erythrina crista-galli: ¿Cómo es la flor de Ceibo?

Su nombre genérico es Erythrina crista-galli. “Erythros” significa rojo en griego, en referencia al color de la flor, mientras que “crista-galli” señala la similitud con la cresta del gallo.

Crece en las riberas del Paraná y del Río de la Plata, pero también se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas. Pertenece a la familia de las leguminosas. No es un árbol muy alto y tiene un follaje caduco de intenso color verde. Sus flores son grandes y de un rojo carmín.

Su tronco es retorcido. Sus raíces son sólidas y se afirman al suelo contrarrestando la erosión que provocan las aguas. Su madera, blanca amarillenta y muy blanda, se utiliza para fabricar algunos artículos de peso reducido. Sus flores se utilizan para teñir telas.

El ceibo o erythrina falcata es de copa irregular, ramas con aguijones. En los extremos de tronco y de ramas mayores un aglomerado de ramas delgadas la característica de la copa.

Algunos ejemplares se presentan como arbustos de tres a cuatro metros, otros como árboles de 10 metros de altura y 60 cm de diámetro, pero son ejemplares muy viejos. El follaje es caedizo o caducifolio, el tronco es breve y tortuoso.

Florece de setiembre a febrero y fructifica de enero a marzo. Abarca zonas bajas de ríos, arroyos, lagunas, en Chaco serrano húmedo, Selva de Transición con la Montana.

Tiene varias aplicaciones, desde tarugos para caballerizas, colmenas, armazones de monturas, construcción de balsas, hasta curtiduría y medicina por la presencia de alcaloides.

Anahí: La leyenda del ceibo.

Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños. Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.

Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela. La indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.

La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.

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