viernes, septiembre 19, 2025
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46 Años de la noche de los lápices: cuidar a los jóvenes es pensar en el presente y en el futuro.

Por Daniela Albarez.

El 16 de septiembre de 1976 tuvo lugar uno de los eventos más trágicos de nuestra historia. Un reclamo por el boleto estudiantil que termino en la desaparición de diez estudiantes. Hoy como sociedad nos urge una reflexión sobre aquella tragedia, que nos ayude a mirar el futuro de nuestras juventudes desde una perspectiva ligada al respeto de los derechos humanos.

La historia debe ser contada, no para profundizar la herida, sino para transformar el futuro.La Noche de los Lápices se recuerda como uno de los acontecimientos más dolorosos de la historia argentina. Hace 46 años, varios estudiantes fueron secuestrados y torturados en el contexto de la última dictadura militar. En memoria de este trágico evento, desde 1998, cuando se promulgó la Ley Nacional N°10.671, se conmemora cada 16 de septiembre el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios.

La mayoría de los jóvenes desaparecidos tenía militancia política en la Unión de Estudiantes Secundarios y habían participado, durante la primavera de 1975, en las movilizaciones y reclamos para la obtención del Boleto Estudiantil Secundario.

Como lo demuestra la historia argentina, la juventud, desde los años ’60 en adelante, había comenzado a ser protagonista en varios sentidos. Muchos de sus integrantes anhelaban un mundo distinto, más equitativo, más justo, más pacífico. Y en muchos casos levantaban las banderas antiimperialistas y apoyaban los movimientos de descolonización, desarme y paz mundial.

Esto no dista de la juventud actual, quienes más allá de lavorágine tecnológica, la inmediatez en todos los aspectos, el bombardeo de información, la sensación constante de insatisfacción por el derecho a críticas que les pueden hacer desde cualquier lugar, cualquier persona, ellos se interponen a las dificultades, buscan constantemente que se escuche su voz y son protagonistas de importantes colectivos sociales que pelean por la ampliación de los derechos de distintos sectores. Tienen el ímpetu y la impertinencia de la juventud. Muchos de ellos apuestan por cambiar la realidad involucrandosé.

La reflexión como Estado y , particularmente como sociedad que debemos hacer es si realmente y con una mano en el corazón, nosotros les damos el lugar de participación, si les prestamos el oído solamente o escuchamos sus pedidos y hacemos algo junto a ellos. Reflexionemos si hay una sincera sintonía entre los programas de politícas públicas, los proyectos educativos y el entorno institucional y familiar.

¿Estamos dispuestos a crear y mantener una cultura escolar democrática; a valorar la formación ciudadana y a tener en cuenta los contextos de vida reales de los jóvenes?

Difundir y promover el derecho a la participación y la organización que tienen los estudiantes secundarios, desarrollar una agenda de respeto a los derechos humanos en las escuelas y ámbitos universitarios y acompañar a los estudiantes en caso de falta de apoyo de las autoridades es nuestra responsabilidad como sociedad.

Esperemos que nuestros jóvenes, puedan seguir en sus debates internos, en sus marchas, en sus luchas, con su ímpetu y con su impertinencia que siempre los caracterizó y caracteriza. ¡Que los lápices siguieron escribiendo!

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